Estudió en la escuela municipal de Cerro de Pasco. El fallecimiento
accidental de su padre, lo dejó huérfano a la edad de 8 años, por lo que debió
continuar sus estudios en la ciudad de Tarma al cuidado de un familiar de su
madre.
La pérdida de su padre a corta edad, el desarraigo de su tierra natal y
las miserias de la guerra habían forjado su espíritu. De corta estatura,
constitución delgada y con rasgos mestizos, “Carrioncito”, como le decían sus
amigos, era de carácter resuelto y tenaz.
A los 14 años de edad se trasladó a
la ciudad de Lima e ingresó al Colegio Guadalupe, donde cursó de 1873 a 1878 la
enseñanza secundaria y media con calificaciones excelentes.
Una vez alcanzado el título de bachiller, se matriculó en 1878, en la
Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos, para cursar los
estudios médicos, los que realizaría con notable éxito.
Durante sus estudios médicos, sintió honda inquietud por conocer dos
enfermedades características de algunos valles centrales peruanos: una de
ellas, conocida con el nombre de “Fiebre de la Oroya”, caracterizada por fiebre
y anemia progresiva que, pese al tratamiento que se efectuaba en esa época,
tenía una letalidad cercana al 100%.
Llevado por su espíritu de investigación, no
vaciló en inocularse sangre macerada de una tumoración Verrucosa del enfermo
Carmen Paredes, internado en la Sala de las Mercedes del Hospital Dos de Mayo
de Lima, así el 27 de agosto de 1885 solicitó al Doctor Evaristo M. Chávez que
le hiciera la inoculación.
A los veintiún días sintió los
primeros síntomas de la Fiebre de la Oroya, que continuó con su evolución
característica, ante la angustia de sus profesores y amigos.
Carrión escribió personalmente su historia
clínica hasta el 26 de septiembre, en que agobiado por la fiebre y por la
anemia, entró en delirio quedando, a su solicitud, sus compañeros de seguir el
trascendente documento clínico que en forma heroica había iniciado aquél.
Al día siguiente, era el 5 de octubre de 1885, habiendo transcurrido
cuarenta días desde la inoculación. Sus últimas palabras fueron: ”Esto se acabó”,
antes de las mismas, alcanzó expresar el deseo de que los estudios siguieran
adelante, consciente de haber contribuido al mejor conocimiento de la dolencia
que hoy lleva su nombre:
Aún no he muerto.amigo mío; ahora les toca a
ustedes terminar la obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado.
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